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El impacto de la peste porcina no afloja

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Granja con cerdos.[/caption]

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Rafael Tardáguila

La peste porcina africana (PPA) -o fiebre porcina africana, como sería su traducción literal del inglés- en China ha sido el principal motor que impulsó los precios de la proteína animal en el mercado internacional en los últimos tres años. No es para menos, ya que se trata del principal productor y consumidor mundial de esta carne y, con una población de clase media creciendo de forma acelerada, se vio obligada a pagar precios sustancialmente más altos para captar la mayor cantidad posible de proteína animal que se comercializaba en el mundo.

Ahora, las autoridades sanitarias han logrado mitigar el impacto del mal, pero la peste se extendió a Europa -ingresó en granjas alemanas en estas últimas semanas- y llegó al continente americano por primera vez en 40 años. Todo indica que va a seguir impactando en mayor o menor medida en la producción mundial de proteína animal y, por lo tanto, en el precio de este producto en el mercado internacional.

El combate de las autoridades sanitarias chinas ha sido intenso contra este mal que, por más que existe hace décadas y genera daños terribles tanto a nivel productivo como económico, sigue sin encontrarse una vacuna.

Se trata de un virus con una gran persistencia. Puede quedar latente durante años fuera del animal, hasta encontrar el ambiente propicio para comenzar nuevamente a propagarse. Su tasa de letalidad al ingresar a una granja de cerdos suele superar el 97%, por lo que el impacto es enorme y obliga al sacrificio de toda la piara.

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Este año los esfuerzos chinos por detener el avance del virus han tenido éxito, al menos parcial.

Según datos oficiales, las existencias de cerdos en el país crecieron prácticamente a los niveles anteriores al ingreso del virus -agosto de 2018- y los precios de los animales a faena se hundieron más de 50% en el primer semestre del año.

Luego de esta baja, el gobierno chino dejó atrás su política de ventas de carne en stock para comenzar nuevamente a comprar, en el intento de que el negocio para los granjeros no arroje resultados negativos y abandonen la producción.

Más allá de que los precios le estarían dando la razón a las autoridades chinas en cuanto a que las existencias porcinas se recuperaron, en el ámbito internacional se duda de estos números. De acuerdo con las últimas proyecciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), este año China produciría 43,75 millones de toneladas de carne de cerdo, con una consistente recuperación de 7,4 millones respecto al piso de 2020, pero todavía 10,3 millones de toneladas por debajo de la producción de 2018, antes del impacto del virus.

Para advertir la dimensión de ese “faltante” de 10 millones de toneladas, toda la carne de cerdo que se comercializa en un año en el mundo no llega a 12 millones, por lo que representa más de 80% del total.

Imposible de compensar solo en base al crecimiento de los volúmenes importados, por lo tanto, indefectiblemente el equilibrio tiene que llegar a precios sustancialmente superiores a los anteriores.

Eso es lo que ha pasado desde 2019 a la fecha, no solo para la carne porcina, sino para toda la proteína animal, para beneficio de todos los exportadores, Uruguay incluido.

En algún momento, seguramente más temprano que tarde, China dejará atrás la peste porcina. De alguna forma le está ayudando a ordenar al sector. Está implementando nuevos requisitos en cuanto a las condiciones de los animales que se envían a faena, de manera de minimizar las probabilidades de propagación de enfermedades.

El objetivo del gobierno comunista es -vaya contradicción- reducir sustancialmente el peso de las granjas familiares, de quienes tienen unos pocos cerdos “en el fondo de su casa” y fomentar la conformación de grandes empresas que dan mayores garantías sanitarias.

Ahora el foco de atención se centra en qué va a pasar en el continente americano con los casos registrados en República Dominicana sobre principios de julio e informados a fines de ese mes. Primero eran focos en dos localidades, pero la última información es que se extendió a 11 provincias.

El país caribeño comparte isla nada menos que con Haití, uno de los países más pobres del hemisferio occidental y, por lo tanto, uno de los que cuenta con menos recursos para combatir cualquier tipo de epidemia.

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Los productores estadounidenses de cerdos -otro de los grandes jugadores a nivel mundial- están al borde del ataque de nervios. República Dominicana está a poco más de 1.000 kilómetros de las costas del estado de Florida. Demasiado cerca. Por el momento, no se tiene ni idea de cómo hizo el virus para cruzar el océano Atlántico. En Brasil la preocupación también es enorme. Se están tomando las medidas del caso para minimizar las posibilidades de que la enfermedad ingrese a esos países, así como a todos los demás del continente americano, incluyendo Uruguay.

Si el mal llega a ingresar a Estados Unidos o Brasil, el impacto sobre la producción y sobre los precios puede ser significativo. Automáticamente quedarán fuera de la posibilidad de exportar esa carne a China -entre otros países- y deberán comenzar con un plan de sacrificio de animales a un costo que puede llegar a ser enorme. Solo en el caso de República Dominicana se estima que el sacrificio de sus cerdos tendrá un costo del orden de los US$ 180 millones.

Es algo que ya hicieron -con el apoyo de Estados Unidos- para erradicar el virus a principios de la década de 1980.

Parecía que se estaba calmando el impacto de la peste porcina africana. Con la llegada al continente americano, vuelve a recrudecer.

Es crecientemente factible que siga trayendo novedades que no serán nada buenas para los cerdos, pero que pueden ayudar a sostener el precio de la proteína animal en el mercado internacional. En estos años ha sido el principal factor que impactó al mercado. Y seguirán llegando noticias al respecto.

Es Licenciada en Comunicación, egresada de la Universidad ORT en 2017. Trabaja en Rurales El País, sección a la que ingresó en agosto de 2020. Antes fue periodista agropecuaria en El Observador y productora en el programa radial Valor Agregado, de radio Carve. Escribe artículos para la revista de la Asociación Rural y se desempeña como productora del programada #HablemosdeAgro, que se emite los domingos en Canal 10.

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