En base a un relevamiento con veterinarios realizado por Rurales El País, quedó en evidencia que el toro es el gran protagonista silencioso de la cría: mientras una vaca vacía significa la pérdida de un ternero, la falla de un toro puede dejar sin preñar a decenas de hembras, comprometiendo seriamente la rentabilidad del establecimiento.
La conclusión es contundente: mientras que la pérdida reproductiva de una vaca significa la ausencia de un ternero, la falla de un toro puede multiplicar las pérdidas, dejando vacías a decenas de vacas. “Un solo toro debería preñar entre 30 y 50 hembras en un servicio. Si no lo hace, el costo productivo y económico es enorme”, sintetizó uno de los veterinarios consultados.
El criador uruguayo sabe de resiliencia: es el eslabón más frágil de la cadena, y en su mayoría se trata de productores familiares que ponen garra y pasión en lo que hacen. Hoy, el escenario les ofrece una primavera a favor, con una “máquina” de producir terneros que se muestra vigorosa, el respaldo de la exportación en pie y la convicción de que el camino es apostar al crecimiento.

Riesgos invisibles. Los técnicos entrevistados coinciden en que, pese a su importancia, muchas veces los toros reciben menos atención sanitaria y de manejo que las vacas. El problema aparece cuando, meses después, el diagnóstico de preñez arroja porcentajes bajos y ya no hay margen para corregir.
“El entore no es un trámite de almanaque; es un proceso complejo que se juega en pocos meses y define buena parte del ingreso anual del productor”, aseguraron.
El estudio confirma que las principales fallas se deben a: ausencia de diagnósticos previos al servicio; falta de seguimiento durante el entore; subestimación de factores como la competencia social entre toros; enfermedades venéreas que muchas veces pasan inadvertidas.
Entore. Los veterinarios resaltan que el período de entore coincide con la lactancia de las vacas, lo que implica un desgaste extra para el rodeo de cría. Además, las condiciones ambientales y la disponibilidad de pasto inciden directamente en el desempeño reproductivo, tanto de machos como de hembras.
“Durante esos meses, cualquier detalle suma o resta: desde el estado corporal del toro hasta la capacidad del potrero para sostener la carga. Lo que se descuida hoy, se paga mañana en menos terneros al destete”, comentaron.
El relevamiento permitió ordenar los principales factores que afectan la capacidad reproductiva de los toros:
1. Edad y experiencia. Los toros jóvenes, sobre todo los que sirven por primera vez, tienen menor capacidad de servicio y no deberían entorar vaquillonas. La experiencia se traduce en mayor eficacia en la monta.
2. Condición corporal: Tanto la flacura como el sobrepeso perjudican el desempeño. El exceso de energía en la dieta puede reducir la libido. La pérdida de estado durante el entore debe ser mínima para sostener su capacidad reproductiva.
3. Factores sociales: Los toros dominantes suelen desplazar a los subordinados. El tamaño, la edad y la presencia de astas influyen en esa jerarquía.
4. Relación toro/vaca: La regla general es mantener entre un 3% y un 4% de toros por vaca.
En sistemas de un solo toro por potrero, es posible llegar hasta 60 vacas por animal, siempre que tenga alta capacidad de servicio y excelente estado corporal.

La vigilancia. Los veterinarios remarcan que la observación constante durante el entore es la herramienta más poderosa para anticiparse a problemas. Se recomienda:
-Recorridas frecuentes en el campo.
-Control del estado corporal de toros y vacas.
-Observación de montas y detección de hembras en celo.
-Atención a lesiones en patas, problemas de visión o dificultades en el aparato reproductor.
“El ojo del productor y del veterinario en esos meses es determinante. Lo que se detecta a tiempo se soluciona; lo que no se ve, repercute directamente en el porcentaje de preñez”, explicaron.
Diagnóstico y pruebas. El relevamiento subraya la importancia de la prueba de aptitud reproductiva potencial, que evalúa la capacidad del toro para preñar vacas de manera efectiva.
Este examen incluye: Identificación del animal y antecedentes del establecimiento; Evaluación corporal, visión, locomoción y salud general; Revisión de aparato reproductor, circunferencia escrotal y calidad de semen; Detección de enfermedades venéreas (campylobacteriosis, trichomoniasis) y otras patologías (Brucelosis, IBR, BVD); Pruebas de monta (cualitativa) y de capacidad de servicio (cuantitativa).
Este examen permite clasificar a los toros en: Aptos: cumplen con todos los requisitos; Cuestionables: requieren tratamiento y nueva evaluación; No aptos: no alcanzan los mínimos reproductivos.
Lo más preocupante es que entre el 10% y 30% de los toros examinados no son aptos o quedan en condición de dudosos. “Cada toro descartado a tiempo es un dolor de cabeza menos para el productor”, se aseguró.
Genética y seguridad productiva
Más allá de la mejora genética, los especialistas insisten en que el primer objetivo del toro es asegurar preñez. De nada sirve tener un animal con buena genealogía si no cumple con su función básica en el servicio.
“El toro es el reproductor más influyente del rodeo. Pero para que su aporte genético sea efectivo, primero debe garantizar terneros. Sin terneros, no hay negocio posible”, concluyó uno de los veterinarios que participó del relevamiento.
El estudio confirma algo que ya se percibía en el campo, pero con datos más sólidos: invertir en diagnósticos, controles sanitarios y seguimiento constante de los toros es una de las mejores formas de blindar la producción de terneros.
El toro no es un actor secundario. Es el gran protagonista silencioso que, con su desempeño, puede definir la rentabilidad de todo un año de trabajo.