¿Qué tendrá que ver Gene Kelly con los Angus de El Yunque? Enseguida le explico… En su local, próximo a Fraile Muerto, la cabaña de los Albanell Bensich vendió todo. Bah, vendió es una simplificación de lo que fue uno de los mejores remates que se vayan a ver en esta zafa. Que lo definen las cifras: en poco más de tres horas se comercializaron 112 toros y los 233 vientres ofertados a ritmo “de película”.
Bajo el martillo del Ing. Agr. José Pedro Aicardi Delgado, secundado por Juan Miguel Otegui y el equipo de Megaagro, con la colaboración de Pepo Mattos se fueron vendiendo los distintos lotes en un mercado emotivo y efectivo.
Basta decir que los 112 toros se dispersaron, en dos horas a un promedio de US$ 4.683,21, para definir el remate. Pero hay más: se pagó US$ 11.040 por cada uno de los dos primeros toros que entraron a la pista, adquiridos de un martillazo por Roberto Knecht. Además, es bueno repasar que el promedio recién bajó de los US$ 7.000 en el toro número 13 y de 6.000 en el 22 que ingresó a pista, para marcar el ritmo. El piso de la categoría se ubicó en US$ 3.600.
Respecto a los vientres: 35 vaquillonas PI a US$ 3.946 de promedio, con máximo de 8.760 (compró La Violeta de Rush) y mínimo de US$ 2.400; 77 vaquillonas SA preñadas: 2.040, 1.800 y 1.909; 43 vacas SA preñadas: 1.560 c/u y 78 vaquillonas SA sin servicio: US$ 1.560 c/u.
Esta sería la crónica de un remate común. Pero, todos sabemos que este remate significaba mucho más que números. Y me voy a limitar a las palabras de Diego al principio cuando agradeció: a todo el equipo de trabajo, “sin dudas este año nos costó mucho enfocarnos, apuntalaron, estuvieron espalda contra espalda siempre”. A los amigos “que demostraron que en estas situaciones están, siempre presentes, emociona y se valora mucho”. A los colegas, “a la gente que siempre acompañó e hizo más transitable estos momentos”. A la familia, “que por suerte es numerosa, la que siempre decimos que va a estar en las difíciles y va a acompañar y vaya si lo hicieron”.
Y, como en los 21 remates anteriores, le agradeció “a Papá y Mamá, por habernos educado, formado, apoyado y acompañado en nuestro crecimiento y haber siempre puesto por delante la unión familiar y el trabajo como valores claves para el desarrollo humano y profesional. Siempre fueron un ejemplo de amor, constancia, dedicación al otro y compromiso con los valores. Nos dejaron la posta, una huella marcada. Esperemos estar a la altura para continuar con este legado…", finalizó entre un prolongado aplauso, mientras en una pantalla gigante se pasaban imágenes que cerraron con la frase: … “Cuando hay familia… hay equipo…”.
El aire se cortaba de emoción. Y por eso, dejé para el final para contarles esta parte de la jornada. Porque, sumado a eso, al pensar que mañana no recibiré la clásica llamada de Estela, como siempre con Jorge a su lado, para comentarme este artículo, mis dedos (así como los pies de Gene Kelly), empezaron a “chapotear” sobre un teclado mojado… no precisamente por la lluvia…