Las reconocieron porque inspiran, porque son ejemplo y porque siempre se valieron por sí mismas. Creyeron en ellas para salir adelante en la vida y eso es el mejor mensaje que pueden dar: creer en uno mismo.
En el marco del Día Internacional de la Mujer, el pasado jueves, Cooperativas Agrarias Federadas (CAF) distinguió a tres mujeres que han realizado aportes destacados al cooperativismo agrario desde diversos roles. Las mujeres que fueron reconocidas, y que compartieron su testimonio de vida en la actividad, fueron Nelda Pérez, de Cooperativa Agraria El Fogón, de Sarandí del Yí; Adriana Nobre, gerente de Cooperativa Agraria Limitada de Salto; y Ethel Hunziker, socia de Copagran, de Ombúes de Lavalle. ¿Las conocemos?
Ethel Hunzinker
Ethel, o “Beba” como la conocen todos, nació en Nueva Helvecia un 6 de noviembre de 1939. Los primeros años de su niñez transcurrieron en un tambo en la localidad de Ecilda.
De niña disfrutaba concurrir a la escuela, que quedaba a unos 10 kilómetros de su casa. Cruzaba a caballo por el arroyo Escudero. Cuando inició el tercer grado, cambió de escuela, ya que su padre, gracias a un crédito del Banco República, compró dos fracciones de la Estancia Miguelete, y allí se mudaron.
Con tan solo 10 años, la vida le dio un duro golpe al fallecer su mamá. Sin embargo, cuenta que tuvo una feliz niñez.
Aprendió desde muy chica a andar a caballo para ayudar a traer los terneros, a plantar los verdeos e incluso alambrar. Recuerda con alegría los veranos pescando en Paso de la Cadena, y el cielo estrellado que le enseñaba su papá.
A sus 19 años, se casó con Luis. Con el tiempo, llegaron los hijos y fruto del trabajo y el esfuerzo compraron 18 hectáreas sobre la ruta 12. Ethel hacía quinta, criaba gallinas, ordeñaba dos vacas prestadas y vendía manteca. Ethel se ha caído y ha sabido levantarse. Ha enfrentado los embates de la vida con una fortaleza inquebrantable, pudiendo sortear dolores que parecían insuperables, como la pérdida temprana de su hija Nancy.
A sus 42 años quedó viuda, por lo que tuvo que hacerse cargo de sus tres hijos, y afrontar deudas que superaban ampliamente su patrimonio. La vitalidad de Ethel se reveló no solamente en su capacidad de persistir, sino en la de volver a empezar. Viajó directo y sin cita previa a la Ciudad Vieja, en Montevideo, para hablar con el Director del Banco República y poder afrontar su deuda, demostrando su tesón y firmeza.
“A la entrada pido que me atienda el Presidente del Banco, me decían que si no tenía audiencia no me iba a atender. Pero yo no hice caso y seguí esperando, estuve horas sentada. Al final un empleado me dijo que me iban a atender. Entre a un salón muy grande con alfombra roja, una mesa ovalada y unas arañas de lujo. En la sala, había un señor bajito, que me pidió que le contara mi historia… Después de conversar mucho rato, el señor llamó al Gerente de la sucursal de Carmelo. Me dieron todo el plazo que necesitaba, para así poder pagar la deuda!”, contó.
Hoy, trabaja más de 1000 hectáreas de agricultura y 300 has de lechería ordeñando 170 vacas, complementando con ganadería de engorde. Beba, es una abuela de cinco nietos y bisabuela de uno, por quienes siente un profundo orgullo. Es productora socia de la cooperativa COPAGRAN.
En 2016 le entregaron el premio Morosoli en la categoría “producción agropecuaria”. Mujer luchadora, pionera, fuerte, empecinada y resiliente, nunca bajó los brazos, siempre se levantó… “Siempre cuando crees que no va más, viene de algún lado una lucecita”, aseguró. Hoy esa lucecita alumbra su presente.
“Lo único que siempre tuve fue la confianza en mí misma. Más rápido o más despacio siempre supe que lo podía lograr”, aseguró Ethel a Rurales El País.
Siempre hizo todo lo que estuvo a su alcance para salir adelante. Cuando murió su marido, aún siendo sus hijos menores de edad, se hizo cargo del patrimonio familiar y recuerda lo difícil que era negociar en ese entonces porque nadie la conocía. “Yo no tenía nada y la gente no sabía quién era, porque yo era la señora ‘de’, la que cocinaba, la que limpiaba, la que lavaba la ropa, la que ordeñaba y la que andaba solo en el campo… pero no me conocían a mí, yo no tenía la cara visible. No me trataban mal, pero tampoco tenían confianza en mí. Yo sí tenía confianza en mí y en 11 años logré pagar todas”, recordó orgullosa.
Este homenaje lo dedica a su familia: “a todos, porque los quiero tanto que no puedo elegir solo a uno”.
Ethel es socia fundadora de las Mujeres Rurales de Colonia. Su mensaje siempre es: “nunca digan no puedo, si tenes un proyecto siempre hay que ir para adelante, que trabajen y, sobre todo, que tengan confianza en ellas mismas”.
Adriana Nobre
Adriana Nobre nació un 28 de febrero en la ciudad de Salto. Comparte su vida con Juan y es mamá de tres hijos: Diego, Santiago y Valentín. Es hincha de Nacional, a pesar de que en su casa son todos de Peñarol.
Creció junto a sus padres Elsa y Domingo César, y a sus dos hermanos. Luego de finalizar sus estudios secundarios, se mudó a Montevideo para ingresar a la Facultad de Ciencias Económicas e iniciar la carrera de Contador Público.
Desde hace 19 años se desempeña en la gerencia de CALSAL, una cooperativa agropecuaria del norte del país con sede en Salto, que cuenta con unos 450 socios. Llegó a la cooperativa a través de un concurso cuando aún estaba dando los últimos exámenes. Tenía intenciones de permanecer en la empresa por tres meses, pero lleva más de tres décadas trabajando en ella.
Inició su desarrollo profesional como administrativa, luego pasó a ser la contadora hasta que le propusieron que asumiera la Gerencia. Recuerda el pánico que sentía por ser la primera mujer en esa posición, pero el aliento de sus compañeros la empujaron hacia adelante.
Adriana se ocupa fundamentalmente de la parte financiera de la cooperativa, y afirmó que en ese rol se siente “en total igualdad” con el resto de su equipo. Aunque muchas veces tuvo que ir a reuniones en las que se encontraba en minoría absoluta, nunca se sintió incómoda y nota que cada vez hay más mujeres en esas posiciones.
“Me gusta la gente de campo porque cumple con su palabra. Hay gente que ha tenido deudas por muchos años con la cooperativa, pero cuando pudo negoció y cumplió. Eso es porque valoran a quien los ayuda a salir adelante y a criar a su familia: como cooperativa, siempre nos regimos por los valores”, dijo.
“Adriana tiene don de gente”, aseguran quienes la conocen. Guerrera, trabajadora disciplinada y entusiasta, se suman a la larga lista de cualidades que la caracterizan. La frase “se pone la camiseta por el equipo” le queda como anillo al dedo… siempre está al servicio de su familia y de sus afectos. Diego, Santiago y Valentín, sus hijos, la describen como una excelente mamá: “siempre estuvo y ha estado para nosotros”. En lo laboral ha logrado lo que tiene gracias a su compromiso y dedicación, nada ha sido gratis, ella se lo merece. “Fui la primera gerente mujer de una cooperativa agraria y fui la primera mujer que empezó a negociar con hombres, a nivel de las cooperativas principalmente. Al productor agropecuario no le gusta mucho negociar con mujeres. Hoy día es más común, porque la mujer ha incursionado mucho más en el negocio agropecuario. Hoy se ven muchas mujeres, pero al principio mis colegas eran hombres y le costaba un poco”, contó Adriana a Rurales El País.
Hoy son muchas las mujeres que trabajan en la cooperativa codo a codo, de igual, igual y con las mismas oportunidades. Esto es “una manera de decirle a las mujeres que se puede porque tenemos las mismas capacidades”. “Al productor rural, sobre todo a los productores más grandes, le cuesta negociar; los más jóvenes están más abiertos, pero al productor rural más grande le cuesta un poco negociar todavía con mujeres”, señaló.
No obstante, Adriana habló de la necesidad de buscar capacitaciones para tener las herramientas necesarias para estar en donde surgen las oportunidades.
“La cooperativa es una herramienta para llegarle a todas las mujeres porque muchas veces es a través de la cooperativa por donde se enteran de todas las herramientas que hay”, aseguró.
Nelda Pérez
Nelda nació en el campo, en un establecimiento agropecuario cercano a la ciudad del Carmen, en Durazno. Creció junto a sus padres y dos hermanos. Cuando su papá se enfermó, se fue a vivir a Sarandí del Yi.
Con sus jóvenes 24 años, ingresó a trabajar en la cooperativa El Fogón, referencia para cientos de productores agropecuarios en la zona de Durazno y Florida, en el puesto de “cajera” donde se ganó la simpatía de todos por su buen trato, compromiso y dedicación.
Cuando la cooperativa decidió cerrar el almacén, Nelda pasó a trabajar en los equipos de radio transmisión, un medio de comunicación social muy importante para los socios de la cooperativa y para la comunidad.
Luego de un período en donde la cooperativa disminuyó mucho su actividad, se reincorporó ocupando desde ese momento el puesto de recepción y ventas. Nelda se ha desempeñado con dedicación y responsabilidad, respondiendo siempre a las necesidades que se plantean, incluso hasta coordinar medicamentos para los socios. Es una mujer que se destaca por su calidad humana y jamás olvida las fechas importantes de los socios: cumpleaños, aniversarios o fechas importantes.
Nelda es una de las personas más importantes y muy bien valoradas en la cooperativa El Fogón, tanto por sus dirigentes como socios. Si la cooperativa tuviera cara, ésta sería la de Nelda.
Además de su gran compromiso con su trabajo en la cooperativa, se desempeña con igual dedicación en otras actividades en el medio. Participa activamente en la organización de la “Fiesta del Cordero Pesado” desde sus inicios.
Nelda, cuenta con un ingrediente fundamental: la capacidad para comprender y ponerse en el lugar del otro. Esa sensibilidad social es lo que la caracteriza y hacen “vivos” los valores que representa su cooperativa.
“Hace 38 años que trabajo en la cooperativa y siempre me sentí muy a gusto y valorada. Hubo momentos en los que fui la única mujer, pero ahora tengo dos compañeras. Este homenaje se lo quiero dedicar a mi madre, que fue quien me inculcó los valores. Todo lo que soy se lo debo a ella, que fue madre y padre, ya que mi padre falleció muy joven y ella quedó con tres hijos pequeños. Salió adelante sola y fue un ejemplo de mujer”, contó Nelda a Rurales El País.
“Es una cooperativa muy familiar. Y a eso lo trato de fomentar. En cada reunión que hay llamó a todos los socios y les digo que los espero. Los llamo hasta dos veces, por ejemplo, para recordarles. Nos comentan que es una de las pocas cooperativas en donde va toda la familia a las reuniones; van los padres, van los hijos, van todos”, expresó.
Su mensaje es que puede, que todo se puede. “Muchos consideran al medio rural como un medio para los hombres. Pero no es así. En nuestra cooperativa tenemos varias socias que son mujeres, solas, y salen adelante con todo su esfuerzo”, cerró.