La ejecutiva de negocios de LSQA explicó de qué se tratan las certificaciones, cómo se logran, qué permiten y se refirió a la forma de producir alimentos de Uruguay, asegurando que cumple con la mayoría de los requisitos en sostenibilidad de los consumidores más exigentes del mundo. Patricia Rovella destacó que en nuestro país hay muchas certezas que debemos mostrar: desde lo social, jurídico y ambiental. Mirando hacia adelante, sostuvo que más allá de tener certificaciones ahora, hay que “estar preparado para que cuando esto sea una barrera, el paso sea más sencillo”, y aseguró que existe una gran oportunidad de ocupar nichos de mercado con volúmenes de carne verificada.
—¿Uruguay es un país que tuvo siempre una producción sostenible?
—Quizás no con ese nombre o como se conoce hoy, pero el país tiene y tuvo una manera de producir y una manera de trabajar en el campo que nos favorece y nos llena de oportunidades. Ese es el mensaje que tenemos que capitalizar. Todo lo que el mundo demanda en sostenibilidad, en Uruguay lo tenemos. Tenemos una legislación que nos hace ser un país serio, tenemos ética en los negocios, hay planificación, ejecución y control desde el gobierno y la institucionalidad es muy importante a nivel agropecuario. Por supuesto tenemos bienestar animal, donde se está trabajando mucho y hay aspectos a mejorar pero estamos muy alineados a una forma digna de respetar la vida de los animales en el campo, transporte y sacrificio. Además tenemos la parte social, nos referimos con eso a la ausencia de trabajo infantil o forzoso, así como evitar la discriminación o el acoso y trabajamos en la capacitación y conocimiento de los derechos y obligaciones de un ambiente de trabajo seguro y saludable. Existe también la libertad de asociación y negociación colectiva. Todo eso se debe a nuestra sólida legislación. La última pata es la sostenibilidad ambiental, que es súper importante y ahí hay mucho que Uruguay está haciendo de manera seria y responsable, como el uso del suelo o preocupación por el cambio climático, con compromisos que asumimos en la huella de carbono o del agua. También el cuidado de la biodiversidad: tenemos la suerte de que nuestros animales estén a cielo abierto en pasturas naturales, no se usan hormonas ni promotores de crecimiento o anabólicos, que están prohibidos por ley. El mundo empieza a demandar todo lo anterior, y Uruguay ya lo tiene. La oportunidad es mostrarlo, porque no basta con parecer o ser. Ahí entra la etapa de certificación.
— ¿A qué nos referimos cuando hablamos de gobernanza?
— Hablamos de la ética de los negocios, de la corrupción, de la adulteración, del fraude. Vemos qué tan serios somos y qué tan transparentes. Uruguay en eso es un país muy seguro, los inversores quieren llegar a Uruguay porque la legislación y jurisprudencia impulsa la confianza. Sabemos que no vamos a tener eventos políticos complejos que desestabilicen a las empresas de forma importante.
— ¿Cómo se hace una certificación y para qué sirve?
— Una certificación es una declaración que realiza una tercera parte independiente, como un organismo de certificación, sobre una norma o estándar, verificando que se cumpla en su totalidad. El organismo tiene que tener acreditaciones internacionales. Un establecimiento agropecuario que quiere obtener una certificación debe pensar primero en qué es lo que quiere mostrar. ¿Temas ambientales? ¿Mostrar que es eficiente en la gestión del carbono o la huella del agua? ¿Que cumple con las normas sociales? ¿Bienestar animal? ¿Antibióticos? Dependiendo el interés, se ve qué certificación aplica mejor, porque hay muchas. INAC, por ejemplo, tiene sus propios programas en ganadería de carne, que son muy sólidos y son reconocidos por el USDA. Esto significa que cualquier certificado que se emita de los programas de INAC tiene el reconocimiento de Estados Unidos, lo que le da mucha credibilidad internacional. Todas esas normas para un establecimiento ganadero, son normas que, si un productor es ordenado, tiene una metodología de trabajo, guarda los registros, es sistemático, capacita al personal, invierte en el establecimiento y tiene buenas instalaciones de trabajo para el ganado y el personal, va a lograr fácilmente y podrá certificarse. Quiero decir que no hay grandes temas que en una empresa ordenada y seria ya no se cumplan, porque además todo va de la mano con la propia rentabilidad del establecimiento.
— Como país agroexportador, ¿estamos entendiendo por dónde va el interés de la demanda?
— Primero eso, debemos entender que Uruguay es un país exportador. Entonces tenemos que leer las señales del mundo y lo que exige la demanda. En los temas ambientales, tanto Europa como Estados Unidos están poniendo el foco en que le mostremos cómo producimos. Hoy ya existen en Uruguay ejemplos claros de muchos sellos de carne que se exportaron a Suiza, Alemania o Emiratos Árabes. Pueden ser mercados de nicho pero empiezan a demandar las certificaciones. Muchas veces lo que pasa es que Uruguay no tiene volumen para abastecer esta demanda, y ahí creo que tenemos una oportunidad para que los productores lo vayan tomando de a poco. Para eso hay que tener un inventario de gases de efecto invernadero en el establecimiento y una huella de carbono verificable. Lo más importante ahora es que el productor se prepare, que lo empiece a implementar, porque llegará un momento en que el frigorífico le diga “no te puedo comprar si no conozco tu huella de carbono o me demostrás que estás certificado en bienestar animal”. Quizás el pasito de certificarse todavía no lo tienen que dar, porque no es una obligación, pero estar prontos para que cuando eso suceda, sea sencillo.
— ¿Ya se paga un sobreprecio?
— No estoy en la parte comercial, pero te puedo decir que las empresas certificadas piden más por sus exportaciones. La pregunta quizás no es si hay más precio, tiene que ser si accederé a los mercados o no. Hoy hablamos de eso, pero en un tiempo, y no falta mucho para eso, va a ser una barrera. No voy a poder acceder a mercados si no tengo una huella de carbono verificada o una certificación de bienestar animal. Pienso que en un año, no mucho más, esta será la pregunta. Más allá de todo eso, también se minimiza mucho en contingencias legales cuando uno tiene la certificación de una tercera parte independiente.
Con su experiencia, ¿con qué se encuentra en líneas generales cuando hablamos de la situación del balance de carbono en los establecimientos de nuestro país?
- Lo primero que debe hacer un establecimiento que se quiere certificar es someterse a un proceso de verificación de gases de efecto invernadero y de huella de carbono. Es como un balance contable cuando se ponen ingresos y egresos y se ve la rentabilidad de una empresa. Lo mismo pasa con los gases, evaluando emisiones y capturas. Las capturas de carbono se traducen en lo que se llaman sumideros, que pueden ser pasturas naturales o los bosques nativos. Uruguay, por las superficies extensivas que tiene de producción de ganado al aire libre, tiene muchas áreas de sumideros. La grata sorpresa que nos llevamos es que en la mayoría de los establecimientos se puede llegar de una manera muy fácil a demostrar la carbono neutralidad. Esto quiere decir que las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el ganado o los combustibles fósiles son muy bien contrarrestadas por las capturas de carbono de los sumideros, dando un balance cero o menor a cero. Lo que es importante es entender que si un productor usa las capturas de un bosque como sumidero, o sea de captura de carbono para el balance de establecimiento, no podrá venderlos como crédito de carbono porque eso sería una doble contabilidad. Estos son aspectos regulados por las normas ISO muy claramente, y observados con lupa a la hora de una verificación. El productor debe elegir si lo vende como crédito a lo que le sobra de carbono en un caso así, o lo utiliza como captura para tener una carbono neutralidad en su establecimiento, en su producto, en el corte de carne que produce.
— ¿Qué desafíos aparecen aquí?
— Uruguay tiene una institucionalidad muy fuerte: las instituciones públicas y privadas trabajamos en conjunto. Ni que hablar de la reputación que tiene Uruguay internacionalmente en la ganadería. Me toca auditar frigoríficos de muchos países y el nivel con el que se trabaja en Uruguay, no es común de ver. Eso es porque estamos exigidos por las normas más elevadas en estándares. Entonces, ¿qué nos falta hacer? Ir un poco más porteras adentro, meternos en el campo con las formas de pensar, con el propósito de las empresas. No pensar que hago esto porque me paguen más, sino porque me conviene mirando el futuro. Ese animal que está en el campo del productor es un alimento, y el consumidor demanda conocer más sobre él. Demostremos más lo que hacemos de forma sostenible y con mucha responsabilidad.