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Uruguay y su contexto

A la luz del escenario global, el desempeño de la economía uruguaya se destaca en la región e incluso en el mundo. Los problemas de inflación son generales, pero el país tiene fortalezas propias, aunque también cuentas pendientes

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El Fondo Monetario Internacional (FMI) divulgó esta semana su informe sobre el panorama económico global, que generaba alta expectativa dados los serios problemas que enfrentan los países. Sí bien el organismo mantuvo la proyección de crecimiento mundial para este año, la redujo para el año que viene, estimando que la tercera parte de la economía global estaría en condiciones de recesión en 2023.

El informe destaca tres problemas clave: la guerra en Ucrania, los problemas de la economía china, y el empuje global de inflación, que recorta el ingreso real de trabajadores y familias, afectando el consumo y la calidad de vida. Estos factores impactan en todo el mundo en diferente grado. En Europa el efecto de la guerra es mucho más directo por la dependencia previa que tenía de la energía rusa, ahora trancada por las represalias comerciales por la invasión. El precio de la energía se ha multiplicado y el invierno europeo será duro para muchos hogares. A esto se suma la incertidumbre por la posibilidad de que el conflicto entre Rusia y Occidente se agrave.

En China, la política de Covid 0 ha hecho Mella en el crecimiento, que el FMI redujo al 3,2% para este año. Es el menor crecimiento para China en varias décadas y resulta en una preocupación mayúscula, dada su relevancia en la economía global.

En EEUU, la principal economía del mundo y que gestiona la principal moneda, las proyecciones de crecimiento también se han reducido, ante el aumento de la tasa de interés que busca reducir la inflación. De hecho, el FMI bajó las proyecciones de crecimiento para casi todos los países, salvo algunos emergentes del sudeste asiático y de Europa del Este.

En América del Sur, dejando de lado los casos excepcionales de Venezuela y Argentina por sus altísimos niveles de inflación y desconexión financiera, los países enfrentan problemas comunes: menos crecimiento y más inflación. Uruguay -en cierta medida- es una excepción a la regla.

Números auspiciosos.

En efecto, el FMI aumentó de manera significativa la estimación de crecimiento de la economía uruguaya para este año 2022, de 3,9 a 5, 3%. La corrección surge luego de que el Banco Central divulgar a los datos del segundo trimestre, que mostró un crecimiento interanual de 7,7%. La estimación luce en principio algo optimista: sí bien el desempeño en el primer semestre fue potente, el tercer trimestre se ha visto con más dificultades, por el efecto de la crisis Argentina, la caída en la faena, y la propia inflación, que afecta el consumo.

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Sin embargo, el dato de producción industrial de agosto fue particularmente positivo: a pesar de la caída en la faena, varios sectores se mostraron reactivados, en un abanico amplio que recorre la industria automovilística, alimentos, química y otros. Además, muchos sectores de servicios siguen mejorando sus niveles de actividad, en la lenta recuperación post pandemia. De confirmarse esto en el cierre del año, el número del FMI parecería más realista.

Inflación: mal de muchos…

Una de las dificultades serias que enfrenta la economía uruguaya es el aumento de la inflación qué está casi en 10% según el último dato anual a septiembre. Sin embargo, es claro que el problema no es particular del Uruguay: en el cuadro adjunto se ilustra que el empuje de inflación afecta buena parte de los países de la región y también a las principales economías del mundo. Este empuje comenzó a expresarse en la salida de la pandemia, cuando la demanda aumentaba y la oferta no podía seguirle el paso. Subieron los energéticos, los fletes y muchos productos y servicios afectados en su producción, que no podían cubrir una demanda que aumentaba luego de estar reprimida por las restricciones sanitarias. Meses después (febrero 2022) irrumpió la guerra en Ucrania acelerando aún más la tendencia al aumento de precios globales.

Al comparar, Se observa que Uruguay no ha tenido un empuje como el de otros países cercanos, porque la inflación en nuestro país ya venía con niveles relativamente altos. Por muchas décadas en el mundo desarrollado la inflación no superó el rango del 2 a 3%, mientras en Uruguay convivimos hace tiempo con una inflación que promedia el 8%. El 10% actual es un empeoramiento del indicador, pero está lejos de ser abrupto. Contrariamente países como Chile, Colombia y más aún los de Europa y los propios Estados Unidos, están con niveles de inflación que no han visto en muchos años.

En cualquier caso, mal de muchos consuelo de tontos: la inflación es un problema y los países recurren al aumento de la tasa de interés para contenerla, con el riesgo -claro está- de afectar la actividad. En economía no hay soluciones gratis.

Nuestra región no es excepción y los países también han procesado una suba importante de las tasas de interés. El FMI recomienda que no aflojen en su estrategia: para bajar la inflación - dicen los expertos del organismo- las tasas altas deben mantenerse entre 18 y 24 meses. Si esto se cumple tendremos política monetaria restrictiva por un buen rato, lo que hace prever un 2023 difícil.

Habrá que ver si los bancos centrales tienen éxito; mientras, el impacto inmediato de las altas tasas en Uruguay es un dólar frenado en su cotización, en cierta medida a contrapelo de lo que sucede en el mundo. Algunos analistas señalan que esto es reflejo de la mejor posición qué algunos países emergentes tienen, Incluso respecto algunos países desarrollados, particularmente los europeos. Como productores de materias primas y alimentos, los países de América del Sur tienen una ventaja. El argumento es atendible, aunque no hay que exagerar: los niveles de endeudamiento son altos, la incertidumbre política está a la orden del día y la región no es central ni mucho menos en el escenario global.

Precios y agronegocios

En lo inmediato, el recorrido más sano para los próximos meses pasaría entre otras cosas- por una baja apreciable en el precio de los alimentos al consumo; dado que el sector cárnico está con una corrección drástica de sus valores a la baja, sería esperable que eso se traduzca en los precios al público. Sin embargo, por ahora la tendencia viene algo demorada, comprobándose una vez más qué los precios suelen subir por ascensor y bajar por escalera. La baja en la carne y otros alimentos sería clave dado que la tasa de aumento de los alimentos en el IPC alcanzó el 14% en el año móvil a septiembre.

Claro está, esto es viable si hay oferta y allí emerge la incertidumbre climática. Pasan los días y no llueve en forma contundente, lo que está afectando a los cultivos, a los ganados y hasta los tomates, todo lo cual impacta - el mayor o menor medida- en los precios al consumo. También hay problemas climáticos en Argentina, con una cosecha de trigo que será menor a la esperada, lo que pone presión sobre los precios del grano a nivel regional.

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Así las cosas, los próximos meses no presentan un camino fácil para la economía. Aun así, Uruguay se muestra relativamente mejor que sus vecinos: de cumplirse las proyecciones del FMI (que hay que tomar con cautela), en 2023 quedaría arriba de las economías vecinas Respecto a los niveles pre pandemia (gráfica). Pese a las dificultades, la acumulación de inversiones que vienen de hace años, con el mantenimiento y extensión de políticas de promoción de inversiones activas, junto con una política fiscal prudente y una macroeconomía relativamente ordenada, fundamentan las positivas proyecciones de crecimiento. Está pendiente una racionalización de las relaciones laborales, una mayor eficacia en las transferencias sociales y -cuanto antes- mejorar el sistema educativo para que responda mejor a las nuevas demandas laborales. De lo contrario, traducir mayor crecimiento en mayor bienestar será más difícil.

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