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Momento de acelerar

Solo resta que el gobierno cumpla con los dichos del presidente durante la conferencia la noche que se confirmó que la LUC quedó vigente y que el país apriete el acelerador para mejorar su inserción internacional. El momento es el oportuno

Rafael Tardáguila
Rafael Tardáguila

El país superó el referéndum por la Ley de Urgente Consideración (LUC), tema que monopolizó la atención de los últimos meses y que, por lo tanto, dejó para atrás otros bastante más acuciantes y trascendentes.

En el discurso la misma noche en la que se supo que los 135 artículos impugnados quedaban vigentes, el presidente Lacalle Pou mencionó algunos de esos otros grandes temas. Seguramente el más importante sea el de la reforma de la seguridad social, proyecto que deberá contar con el más amplio respaldo político porque va a involucrar a los gobiernos de las próximos tres o cuatro décadas. Pero el presidente también mencionó como prioridad la inserción internacional. Concretamente, dijo que “la política de este gobierno va a seguir siendo abrirse al mundo” y que el Mercosur “tiene que entender que tenemos que abrirnos sin dejar de participar de un bloque que muchas veces es demasiado proteccionista”.

La vocación de Uruguay es exportadora por una razón muy sencilla, que es que su mercado interno es insignificante. Tiene las condiciones para producir alimentos de calidad que son demandados y apreciados en todo el orbe. Es un deber de las autoridades intentar que los productos que el país vuelca al mercado internacional lleguen de la forma más ventajosa para las partes, con la mayor cantidad de oportunidades comerciales y con las mejores condiciones de acceso posibles.

Además, puede ser un momento más que oportuno para avanzar en este sentido. En épocas de guerra como la que se está dando en Europa del este —otra región clave como proveedora de alimentos y energía— los países proteccionistas están observando que quizás sea momento de hacer más laxas las barreras no arancelarias que impiden el ingreso de determinados productos. Usualmente estas barreras se levantan sin ningún tipo de respaldo científico, como es el caso de la política de la Unión Europea para el ingreso de organismos genéticamente modificados, que se van liberando en un lentísimo cuentagotas. La decisión la toma con el pretexto de proteger la salud alimentaria de su población, pero la razón real es proteger las ineficiencias productivas de sus agricultores mediante la prohibición del ingreso de alimentos que se producen de forma más barata y eficiente en otras partes del mundo.

En el intento de asegurar la provisión de alimentos a su población, muchos países están tomando dos tipos de decisiones. Por un lado, suspendiendo o encareciendo las exportaciones, de manera que una mayor proporción de ese alimento se destine al mercado interno. Lo están haciendo los países involucrados en la guerra, pero otros más también, como algunos del sudeste asiático y, en la región, es lo que hace Argentina.

Por otro lado, tienden a hacer más laxas las restricciones al ingreso de alimentos con el objetivo de mejorar el acceso al mercado internacional y ayudar a disminuir los precios domésticos en momentos de alta inflación global. Fue el caso de España y Portugal que, en los últimos días, quitaron algunas barreras fitosanitarias y se convirtieron en los primeros países de Europa en abrir sus mercados al ingreso de maíz de Argentina, tras la autorización concedida por la Unión Europea (UE) para que cada miembro del bloque flexibilice los requisitos de manera de resolver el abastecimiento de materias primas discontinuado por la invasión de Rusia en Ucrania. Este último país es un exportador trascendente de maíz y de otros granos forrajeros (cebada) y alimentos animales.

Otro ejemplo de estas barreras que se hacen más laxas fue la flexibilización de Japón para el ingreso de carne vacuna estadounidense. Tokio contaba con una cláusula gatillo que se disparaba una vez superado determinado volumen de carne estadounidense, elevando el arancel de 25,8% a 38,5%, que es la tasa básica (la que paga Uruguay). Ese límite quedó ahora de lado.

Los países exportadores como Uruguay deberían aprovechar esta coyuntura para lograr mejoras más permanentes. Comenzó a reflotar la posibilidad de que, finalmente, tras más de dos décadas de idas y vueltas, se retome la negociación del por ahora frustrado acuerdo Mercosur-Unión Europea. La posibilidad siempre contará con el rechazo firme del sector agrícola francés —de tanta influencia política— y del irlandés, pero, quizás ahora, con la atención y la preocupación puesta en otro lado —en la necesidad de asegurar el suministro de alimentos a precios menos altos—, haya una mayor propensión de los europeos a avanzar en este sentido.

Por otro lado, Uruguay y China avanzan en un estudio de prefactibilidad de un Tratado de Libre Comercio y está la posibilidad de hacer lo propio con Turquía. Eventualmente, podría jugarse una ficha a un acuerdo similar con el Reino Unido.

Esta política aperturista no es ni más ni menos que lo que hacen nuestros competidores. Australia y Nueva Zelanda cuentan con acuerdos de libre comercio con todos los principales países a los que venden. Es lo obvio, porque es la forma de elevar el ingreso de divisas en países esencialmente exportadores. Pero en esta región del mundo, mucho más pobre que aquella, hay quienes consideran que el desarrollo pasa por otro lado.

Solo resta que el gobierno cumpla con los dichos del presidente durante la conferencia la noche que se confirmó que la LUC quedó vigente y que el país apriete el acelerador para mejorar su inserción internacional. El momento es el oportuno.

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