La agricultura enfrenta condiciones climáticas adversas, pero un fuerte estímulo de precios y recursos de producción potentes (maquinarias, insumos, genética) mantienen la dinámica de un sector clave en la economía. Hay cosechas de trigo y cebada excepcionales, pero se está jugando al límite en las plantaciones de soja.
Por Nicolás Lussich, Ing. Agr. MBA
La agricultura uruguaya vive momentos de definiciones en esta zafra 2020-2021. Los cultivos de invierno están dando mayoritariamente muy buenos rendimientos, aunque hay zonas - particularmente en el litoral Norte- donde la sequía golpeó y habrá menos kilos por hectárea. En el resto del litoral y zona centro-sur muchas chacras tienen rendimientos récord, nunca vistos por los agricultores. Esto es consecuencia de un invierno casi soñado: soleado, con amplitud térmica: mañanas frías a frescas, y días luminosos, con poca humedad (sin problemas graves de hongos), ideal para el trigo y la cebada. Por estas mismas condiciones también hubo muy buenos rindes en semilleros de gramíneas (avenas, festucas, etc.). Si no fuera por los problemas en el norte, sería una zafra con rendimiento récord de trigo y cebada; en cualquier caso, los rindes promedio estarán cercanos a los máximos históricos, lo que ubicaría la producción de trigo en un volumen cercano a las 800 mil toneladas, de lo cual cerca de la mitad tendrá destino de exportación.
Hubo mayores problemas de calidad de lo esperado, especialmente en cebada, tanto por baja proteína como por bajo tamaño promedio de grano, lo que ha aumentado los porcentajes de rechazo. Es posible que los cultivos “marcaran” rendimientos potenciales altos, con muchos granos por espiga, que no alcanzaron a llenarse totalmente en etapas posteriores, cuando comenzó a sentirse la falta de agua.
El mayor rechazo afecta el ingreso y es un golpe anímico para los productores, aunque -por suerte- el precio de los granos está firme y eso abarca a los que tienen destino forrajero. El trigo y la cebada forrajeros valen unos 40 U$S/ton menos que el grano que va a molinos y malterías, pero sigue siendo un buen precio y la demanda es firme desde los establecimientos ganaderos y tambos, que están enfrentando los problemas de la falta de agua y -en consecuencia- de alimento. Hay que recordar que el trigo y –en especial- la cebada, son muy buenos forrajes para los vacunos. Es otro punto de sinergia entre agricultura y ganadería, más allá de las rotaciones.
Los rechazos son parte de las circunstancias esperables por las exigencias de las agroindustrias al momento de adquirir las materias primas, en aras de obtener el mejor producto final; lo importante es que se determinen en forma transparente y sin sorpresas.
La colza también obtuvo buenos y muy buenos rendimientos, de entre 1.500 y 2.000 kg/ha, aunque hubo algunas pérdidas por heladas. Se confirma como una valiosa alternativa de cultivo de invierno, abriendo más opciones a las rotaciones y diversificando rubros.
Mirando pronósticos. La incertidumbre mayor se plantea ahora para los cultivos de verano. En el caso del maíz, los cultivos tempranos arrancaron con fuerza con el agua acumulada en meses previos, y las últimas -escasas- lluvias, les han permitido seguir adelante con su desarrollo, pero ahora todo anda muy justo: si no caen algunos milímetros contundentes en estos días, se arriesga a que la floración llegue con poca agua, y eso sería complicado.
En el caso de las sojas de primera, lo del título: máquinas y nervios de acero. Los agricultores con áreas amplias arrancaron a sembrar sin agua en la chacra (en seco, como en la fotografía) pues no hay tiempo para esperar condiciones mejores, si se quiere sembrar un área al menos cercana a la prevista; las siembras ya están muy atrasadas: llegan a 40% cuando el año pasado ya se llegaba al 80% del área planificada. En algunos casos hubo suerte: cayeron 10 a 20 milímetros sobre las semillas plantadas y comenzarán a emerger las plantas. Pero se sigue en zona de riesgo: las raíces tienen que llegar a las zonas profundas que aún tengan agua, y acumularse alguna lluvia más para consolidar la implantación.
En cualquier caso, todo indica que las siembras de primera se afirman con estas precipitaciones, aunque hay variaciones según la zona. Sigue muy complicada la zona oeste de Río Negro y Paysandú, mientras el resto del litoral y centro están mejor, sin que les sobre nada.
Se estima que entre 55 y 60% del área total de soja es “de primera” (plantación de primavera), y el resto “de segunda” (a plantar luego de cosechado un cultivo de invierno). A su vez, más del 40% del área de soja total en la última zafra se plantó en la zona Litoral-Sur (Soriano, Colonia, San José), casi 30% en el Litoral Norte (Río Negro, Paysandú, Salto, Artigas), y 20% en el centro (Flores, Durazno, Florida), según los datos de la consultora EXANTE divulgados en el 9no. Encuentro de la Mesa Tecnológica de Oleaginosos (MTO). Dicha consultora estima que el área de soja se mantendría este año en 1 millón 80 mil hectáreas, ante la incidencia de los dos factores que se contraponen: los altos precios -que estimulan a un área mayor- y el clima, que limita la intención de siembra.
El precio reduce el rendimiento mínimo necesario para que el cultivo sea rentable, lo que estimula a tomar el riesgo de sembrar, aún en este escenario de falta de agua. Además, los costos de varios insumos (en especial fertilizante) son menores, en muchos casos están comprados y eso también estimula a plantar. Asimismo, la suba del dólar redujo varios costos que se pagan en pesos (al medirlos en moneda estadounidense). Según EXANTE, el margen para la soja se ubicaría en promedio en 450 U$S/ha antes de renta (gráfica); la cifra considera un rendimiento promedio general de 2.400 kg/ha y costos que incluyen el puente verde para la soja de primera.
Pero la falta de agua es una amenaza, los pronósticos de lluvia van y vienen, y si bien la sequía no es una certeza -como bien aclaró en este mismo suplemento el Vicepresidente de INIA y experto en clima, Ing. Agr. Walter Baethgen- la situación de Niña en el Pacífico aumenta la probabilidad de que llueva menos de lo normal, al menos hasta enero. Esto es especialmente complicado para las siembras de segunda, que comienzan con muy poca agua en el suelo y -por lo tanto- dependiendo de que haya un par de lluvias suficientes para asegurar la implantación y el arranque del cultivo. Lluvias que solo “mojen” no sirven y hasta pueden complicar, haciendo mover las semillas para luego arriesgar perder las plantas, si no llueve más.
Por todo esto, el sector agrícola está en vilo: la pasada cosecha de soja quedó trunca por la sequía y otra historia igual sería crítica. Los cultivos de invierno anduvieron bien y eso ayuda, pero la soja es el buque insignia y si queda escorado, la flota puede perder el rumbo. Esperemos que las lluvias de este fin de semana sean las mayores posibles.
La importancia de la agricultura. La expansión de la agricultura que ocurrió hasta 2014 sumó miles de empleos e inversión en la economía (gráfica). En la situación actual, con el impacto de la pandemia, un fortalecimiento y nuevo crecimiento agrícola sería muy valioso, si tiene fundamentos. Los precios están dando la señal: la demanda global (liderada por China) parece firme y la producción tiene dificultades en cubrirla. Sin embargo, el clima -que también es un factor circunstancial para la suba de precios- está complicando la concreción de más área.
En el mediano y largo plazo, otros factores entran en juego. La oferta agrícola -en el mundo y en Uruguay- también sube por la mayor productividad de las tierras de cultivo. Los sistemas agrícolas van incorporando tecnología para aumentar los rendimientos. No hay que olvidar -hoy que se habla diariamente de biotecnología, por las vacunas contra el Coronavirus- que la biotecnología ha sido clave para conseguir más kilos por hectárea, en especial en maíz y soja. Con los eventos transgénicos que otorgan resistencia a herbicidas y a insectos, los cultivos rinden más y -a su vez- dan la base para aplicar más fertilización y mejores condiciones de protección vegetal. A modo de ejemplo, la fertilización con potasio (antes muy acotada) hoy está incorporada regularmente en las plantaciones. Asimismo, se han hecho ajustes en el material genético utilizado, con una mayor preponderancia de variedades de grupo 6 (de ciclo más largo), que son las que mejor se han adaptado al clima local. Así, el cultivo de soja es hoy bastante diferente al de los inicios de la expansión agrícola. Lo mismo puede decirse para los cultivos de invierno, que han mejorado sustancialmente los rendimientos, por genética, insumos y manejo.
El sistema agrícola también ha tenido sus contratiempos, uno de los más notorios la expansión de las malezas resistentes a herbicidas. Es una derivación lamentable del uso abusivo del glifosato: con cultivos transgénicos resistentes a este herbicida, había facilidades para implantar los cultivos, pero el uso desajustado (a veces abusivo, otras veces con dosis insuficiente) promovió la aparición de resistencia en algunas especies de maleza, lo que ha complicado la implantación en muchas chacras. En el referido encuentro de la MTO, el Ing. Agr. Sebastián Mazzilli (de EXANTE), mostró que -por ejemplo- la presencia de Amaranthus resistente pasó del 34 al 100% de las chacras en los últimos 4 años.
Las respuestas pasan por aplicar rotaciones sostenibles y más biotecnología, que no son contradictorias. Fácil decirlo, no tanto ejecutarlo, pero la mirada de mediano y largo plazo es clave para que la agricultura se sostenga y crezca, sumando ingresos al campo y la economía.