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Fortalezas y amenazas

La economía mostró esta semana datos sumamente positivos en el mercado de trabajo y las exportaciones. Uruguay tiene buenos fundamentos para salir de la pandemia y retomar el crecimiento, aunque la región no ayudará mucho, y la mayor inflación global puede complicar

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El mercado de trabajo en Uruguay tuvo un importante avance en el mes de octubre, con un fuerte aumento en el empleo y un descenso en el desempleo que quedó en el 8%, mínimo en más de dos años. La mejora se registró tanto en Montevideo como en el resto del país. Hasta ahora, el avance en el empleo se había dado en ciertos sectores destacados, como agro y construcción; todo indica que ahora el aumento en los puestos de trabajo se está dando en la mayoría de los sectores de la economía. En particular, la paulatina salida de la pandemia y la reactivación de sectores de servicios que fueron muy golpeados por la pandemia –comercio, gastronomía, turismo- van permitiendo que se recomponga el empleo en dichos sectores.

No puede soslayarse el aporte de los agronegocios en el empleo. Sin alharacas y desplegando actividad en todo el país, la producción del campo suma jornales en los establecimientos y las agroindustrias; se multiplican las cosechas y los fletes, el comercio de insumos, más servicios y toda la logística del comercio interno y la exportación se reafirman cuando la producción del campo crece.

Se habla de derrame, pero el concepto puede ser equívoco: en el agro se busca que nada se desperdicie, que las cosechadoras levanten la mayor cantidad de grano de las chacras con la menor cantidad de pérdidas; que los ganados pastoreen con la mayor eficiencia; que cada kilo de ración devuelva la mayor cantidad posible de litros de leche. Si el agro contrata servicios y provee productos para la industria es porque hay valor en cada uno de esas etapas. No es derrame: es valor agregado en cada eslabón de las cadenas agroindustriales y agroexportadoras, que generan mayor ingreso y –en consecuencia- mayor consumo.

Exportaciones récord 

Además del fuerte dato en el empleo, las exportaciones de bienes siguen rompiendo récords y seguramente cerrarán el año con el mayor monto en su historia. Este logro de la economía uruguaya no es casual ni transitorio. “Uruguay puede multiplicar por cinco o por seis sus exportaciones”, decía el presidente Jorge Batlle, cuando la cifra anual sumaba unos 2.000 millones de dólares, y argumentaba que “la vaca les gana”. Lo que en aquel momento parecía otra utopía Jorgista, hoy es realidad: las exportaciones de bienes superarán con holgura los U$S 10.000 millones.

Este monto se ha logrado a partir de múltiples fundamentos. Por un lado una política coherente para el sector cárnico, libre de retenciones, intervenciones en el mercado interno o discriminaciones a la exportación en pie, y con una condición sanitaria buena (aunque mejorable). Suma también la forestación, a través de una política de promoción de la plantación e industrialización, que comenzó en los 80 y atravesó varios gobiernos, que definieron continuidad con cambios. Tener 3 plantas de celulosa no es una inversión que aparezca de un año para el otro. La agricultura –por su parte- está con un nuevo empuje y la lechería también avanza.

La mayor parte del aumento del monto de exportaciones se explica por mayores precios. El de la celulosa, por ejemplo, subió de 400 a 680 U$S/ton en el último año; en el caso de la carne la suba es de 13%, promediando 4.240 U$S/ton carcasa. En lácteos el precio medio de exportación de la leche en polvo subió de 3.080 a casi 3.500 U$S/ton, un aumento de 13%. De todas formas, también hay avances en los volúmenes exportados, principalmente en el caso del sector cárnico, con un avance impactante de 35%. Las exportaciones de maderas también subieron 20% en volumen, con una mejora adicional del precio.

A la dinámica de los agronegocios hay que agregar ventas por U$S 550 millones por concepto de energía eléctrica, principalmente a Brasil. La cifra multiplica por 7 lo vendido el año pasado y difícilmente se habrían concretado sin las inversiones en líneas de alta tensión y la estación transformadora de Río Branco, que se hicieron en los gobiernos anteriores. Pensar que lo que pasa en un determinado momento en la economía se debe a las virtudes/defectos del gobierno de turno, es miopía aguda.

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Otra vez, la logística

Las cifras de las exportaciones son alentadoras y se concretan aún a pesar de las serias dificultades logísticas. Sobre las externas -que están afectando el comercio en todo el mundo- el Uruguay poco puede hacer; lo que es más preocupante son los problemas propios: otra vez esta semana, buques que venían a descargar mercadería en Montevideo y a llevarse productos de exportación del Uruguay, no pudieron hacerlo por paralizaciones sindicales que afectaron la actividad portuaria. Es comprensible la preocupación de los trabajadores por la pérdida de puestos de trabajo, pero las pérdidas pueden ser mayúsculas por los paros. La Unión de Exportadores manifestó una vez más su preocupación por el asunto, pues se afecta la imagen del Uruguay como proveedor y se erosiona la confianza y credibilidad con los clientes, además de las pérdidas directas que estos problemas causan. Por ejemplo, quedaron “en el piso” embarques de carne de Cuota 481, que corren el riesgo de perder la “ventana” de colocación. Las dificultades externas ya son suficientes como para sumarles propias.

¿Y afuera? 

Mientras la economía uruguaya se fortalece para salir de la pandemia, el escenario externo luce menos amigable de lo que hace algunos meses atrás. A nivel regional, la economía brasileña detuvo su crecimiento y enfrenta complicaciones, en parte por la sequía, en parte por los mencionados problemas logísticos que afectan a todo el comercio global; a eso se agrega la incertidumbre política por el ciclo electoral que se viene el año próximo. En Argentina la actividad intenta avanzar, pero con una inflación muy alta -en el 50%- y sin un acuerdo con el FMI- la posibilidad de un avance consistente es reducida. Las elecciones legislativas no implicaron mayores cambios en la conducción económica, que sigue insistiendo con reprimir el aumento de precios con restricciones comerciales, lo que -se sabe- no funciona.

A nivel global, el fuerte empuje de la inflación (más de 6% en EEUU) motiva a que la Reserva Federal de ese país comience a reducir los estímulos monetarios, esperándose una suba de la tasa de interés a partir del año que viene. Esto podría hacer bajar los precios internacionales en dólares, aunque no son esperables cambios drásticos: un aumento brusco en las tasas podría afectar seriamente la economía.

La demanda china sigue firme, aunque la deuda doméstica en China es muy elevada y seguramente el gobierno buscará controlar excesos recientes en la expansión del crédito, en particular en el sector inmobiliario. Todo esto podría causar que la tasa de crecimiento del gigante asiático se modere; en cualquier caso, no parece ser un escenario de preocupación para los alimentos, cuyo consumo se sostiene y avanza a nivel global. Son más probables ajustes moderados de precio que cambios bruscos, sin descartarse que puedan seguir firmes.

Ante posibles cambios en el escenario financiero global, es positivo que el déficit fiscal haya entrado en una senda de reducción, aunque esto tiene Impacto en jubilaciones e ingreso de los trabajadores del sector público. Una posición más robusta en lo financiero permitirá al Uruguay sortear mejor eventuales tormentas externas.

A mediano y largo plazo, es importante fortalecer la agenda de reformas que abran espacio y fundamentos para que la economía siga creciendo, y con ella los ingresos. Seguridad social, educación y apertura comercial, están entre los principales capítulos.

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Manuela García Pintos.

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