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El agro y su relevancia económica

Las cadenas agroindustriales responden por 21% del PBI del país, según un estudio reciente de Exante, presentado en la reciente Expo Prado. El agro no es el único sector de la economía, pero es tan importante como dinámico.

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El escenario de los mercados de productos del campo se ha mostrado particularmente cambiante en las últimas semanas y para todos los rubros. La agricultura local enfrenta un panorama preocupante por la falta de agua y de gran volatilidad de mercados, por el conflicto en Ucrania, y porque el clima no es problema solo en Uruguay sino también en otras zonas productoras.

La ganadería, por su parte, ha tenido un giro de mercado abrupto luego de alcanzar valores y niveles de actividad récord históricos. Los lácteos, la forestación y otros rubros relevantes también enfrentan situaciones con volatilidad e incertidumbre, en un contexto de cambios en los propios fundamentos de la economía global.

Situaciones de este tipo no son nuevas, bien lo saben los que se desempeñan en los agronegocios. Las variaciones de mercado están a la orden del día todos los años, lo mismo que los cambios a veces extremos que plantea el clima. Lo que sí es relevante es cómo el sector ha logrado incorporar formas de controlar esas incertidumbres, a través de mejoras sustanciales en la predicción climática, mecanismos de cobertura de mercado y - por supuesto- nuevas tecnologías de producción, que permite mitigar -a veces de manera notable- esa volatilidad, aumentando la productividad.

Vienen quedando cada vez más atrás los tiempos en que los productores asistían a los cambios de escenario desprovistos y sin buenas herramientas tecnológicas y financieras. El sector se ha profesionalizado notablemente y los mercados de futuro, las mejores formas de comercialización y crédito, datos de clima y meteorología más precisos, estrategias nutricionales de prevención para sostener los rodeos y la tecnología en manejo y genética de cultivos (incluyendo transgénicos), aportan a una producción que resulta hoy mucho más robusta.

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De esta manera los agronegocios han logrado sostener y aumentar su relevancia y significación en la economía uruguaya. Reitero que no tengo una visión “agrocéntrica” de la economía, como tal vez emerge en algunos pronunciamientos entusiastas de quienes llevan la producción del campo en el corazón. En su totalidad la economía uruguaya también ha cambiado mucho en las últimas décadas, con sectores tradicionales que están en declive y nuevas producciones emergentes de gran Impacto, en el agro, la industria y los servicios. Las nuevas tecnologías de información y comunicación han revolucionado los fundamentos de actividad en múltiples áreas, desde la logística hasta el comercio, pasando por las finanzas, la educación y la salud.

Aun así, la relevancia del sector agropecuario y sus cadenas agroindustriales se mantiene y con renovado dinamismo. Un reciente estudio elaborado por la consultora Exante para la Asociación Rural del Uruguay, presentado por la economista Florencia Carriquiry en la reciente Expo Prado, ilustra claramente esa relevancia, con números actualizados en base a un enfoque sistémico de la economía, incorporando los impactos directos de la actividad del sector, sus encadenamientos (impacto indirecto) y sus efectos inducidos en el consumo.

Antes de calcular esos impactos, el informe describe los importantes cambios en el uso de la tierra (base de la producción) con un avance significativo de la agricultura y la forestación, en desmedro de la producción ganadera, la cual -lejos de declinar- ha aumentado significativamente su productividad (cuadro). También sucedió lo mismo en los otros rubros. El notable aumento de la productividad de la tierra es un dato clave para explicar la dinámica económica de todo el Uruguay en los últimos 20 años.

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Luego describe los datos de la estructura del Producto Bruto Interno (PBI) del país, que actualizan cada 3 meses los economistas del Banco Central en base al sistema de cuentas nacionales. En esa estructura, cada sector responde por una determinada porción: el agro con un 8%, la industria con un 12%, el comercio con el 16%, etc.. En dicha estructura, cerca del 46% corresponde a servicios diversos, como Salud, Educación y otros. En efecto, el PBI es la contabilización total de la actividad económica, incluyendo servicios que -recurriendo a un concepto fisiológico aplicable a la economía- forman parte del “metabolismo basal” de la actividad. No queremos decir con esto - que no se malinterprete- que no existan allí posibilidades muy potentes de dinámica y crecimiento económico, faltaba más: la innovación en medicina, transporte o educación puedes llevar a sustantivos avances en la productividad, el ingreso y la calidad de vida.

La industria, el agro, buena parte del comercio y otros servicios, se desempeñan en la misma economía con una dinámica diferente: están compitiendo permanentemente con otras economías, tanto en el mercado local como en la exportación, por lo que se les denomina como sectores transables, en contraposición con los servicios no transables, descritos anteriormente. Es una categorización útil, aunque no hay que tomarla a rajatabla, puesto que muchos servicios en principio no transables, pueden estar expuestos a corto o largo plazo a la competencia global.

Aclarado esto, el trabajo de Exante hace un análisis exhaustivo de la dinámica de las cadenas agroindustriales. Primeramente calcula el aporte directo de la producción en el campo y en las agroindustrias (que son el 40% de la producción industrial del Uruguay), para luego sumar la dinámica indirecta que genera el sector, en el transporte, las comunicaciones, la comercialización, etc., tanto de la producción primaria como la agroindustrial. Finalmente, la consultora estimó el impacto inducido de todo el valor agregado directo e indirecto de los agronegocios, que abarca -básicamente- el efecto en el consumo, con impacto en actividades conexas de servicios de diverso tipo. Los impactos indirectos e inducidos fueron elaborados a partir de la Matriz de Insumo Producto de la economía uruguaya (del año 2013) que utiliza el Banco Central, y considerando también información de los cuadros de Oferta y Utilización del BCU, elaborados para los años 2012 y 2016.

Los resultados se muestran en los cuadros adjuntos, con datos para el PBI, el empleo y los salarios (que requirieron cálculos agregados). El trabajo concluye que el impacto acumulado de los agronegocios, sumando la producción del campo y las agroindustrias, las actividades indirectamente asociadas y los impactos inducidos en la economía, alcanza el 21% del PBI. Es una cifra enorme que confirma y actualiza la relevancia del sector rural para la sociedad.

El trabajo de Exante tiene más información detallada, que hacen muy recomendable su lectura. Y reafirma el valor de enfoques sofisticados de la economía, válidos para cualquier sector. El aumento en productividad de un sector tiene derivaciones positivas en otros, no por “derrame” sino por encadenamientos, interacciones y generación de valor. El notable aumento en la productividad y la producción del agro ha sido de beneficio para toda la economía y la sociedad.

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