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A pesar de todo, los ovinos siguen generando pasión

Desde la historia del rubro, pasando por la tozudez de los criadores, hasta una fiesta virtual de corderos pesados...

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Milagros Herrera

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¡Qué bichito noble! Limpia los campos y defiende.

Esta es sin dudas una frase que, entre los que trabajan con ovejas, se repite históricamente a los largo de los años en el país.

Desde chica me gané el comentario de: “siempre igual Milagros: empezás a hablar de la esquila para hablar de la oveja”. Así es que voy a tratar de no darles la razón para contarles “ordenadamente” sobre el ovino en nuestro país, recurriendo a libros, a una entrevista con un productor tradicional y a una de las últimas actividades que se realizó vinculada al rubro.

Revolución lanar.

Si revolvemos la historia podríamos encontrar datos como que, durante la guerra grande allá por 1830, ya hay algún indicio de la cría de ovinos. La iniciativa privada fomentó la importación de ganado lanar, de razas europeas en su mayoría derivadas de Merino español, para cruzarlas con las ovejas Criollas que no significaban casi nada en la economía de nuestro país. Según informes de la época, en 1830 se exportaban 606 arrobas de lana, (una arroba son 11,485 k).

Las primeras introducciones importantes de ovinos dicen que fueron traídas por Francisco Aguiar y Juan Jackson en 1830. Ya en el año 1832 el hacendado Francisco Juanicó recibió de Francia un lote de carneros Merinos.

Pero, tal vez para marcar un punto de inicio en la historia ovina de nuestro país, tendríamos que ubicarnos en el fin de la llamada “Edad de Cuero”. Porque es en este punto que comienza una recuperación y una transformación apuntada a modernizar al agro.

De todas maneras, las técnicas de cría bovina (que era lo que había) eran bastante primitivas. Permitían, para hacernos una idea, una cabeza de ganado vacuno cada 2 hectáreas. En este momento el país había llegado a una saturación de vacunos. Esto, por supuesto, como todo, tenía consecuencias. Esta cantidad de ganado ofrecido al mercado (a la industria del tasajo), hacía bajar los precios.

Debemos recordar también que en aquella época vivíamos con conflictos bélicos. En el libro “Sangre y barro” de Leonardo Borges dice que de 1832 a 1910 estallaron en Uruguay 71 levantamientos, motines, golpes y asonadas. De los primeros 27 presidentes, 2 fueron asesinados, 1 herido de entidad y 12 debieron lidiar con una o más revoluciones en su contra, 9 fueron lisa y llanamente desalojados del poder y solo 3 concluyeron su mandato en tiempos de paz. Así, las estancias tradicionales cada vez que estábamos en tiempos de paz crecían en cuanto a su stock ganadero que a su vez ofrecían al mercado y bajaba el precio. Y en tiempos de revolución bajaba el stock y subía el precio. En fin, aquello de la oferta y la demanda.

Por supuesto que, ante la obvia imposibilidad de lograr la paz permanente, se empezó a pensar en algo tan sencillo, algo como no poner todos los huevos en una misma canasta o, dicho más lindo, diversificar la producción rural.

Fueron algunos estancieros sobre todo los extranjeros, los más modernos, los más arriesgados o tal vez visionarios los primeros en tomar la iniciativa sin vuelta atrás para el país, de traer y criar lanares.

Para aquellos que se embarcaron en esta aventura fue una experiencia muy satisfactoria en todo sentido, y a diferencia del vacuno la producción de lana no exigía el sacrificio del animal, por lo que la cantidad de ovinos se duplicaba cada dos años mientras que los vacunos lo hacían cada 3.

A esto se le llamó, como nos enseñaron en la escuela, “La revolución lanar”. Y fue una revolución porque tuvo influencia en muchos otros aspectos de nuestro país.

La producción se concentró en un 80% en el litoral y en el sur, ocupando a miles de inmigrantes, por ejemplo vascos que se destacaban en el trabajo con el lanar. Nacieron así distintos oficios, esquiladores, agarradores, acarreadores, pastores, etc., gente de trabajo que comenzó a poblar pacíficamente nuestra campaña formando familias.

Hasta aquí todo color de rosas, pero no a todos les fue tan bien. Algunos se pecharon con razas que no se adaptaban tan bien a la humedad de esta zona, animales que se apestaban y morían. Otras que necesitaban otro tipo de pastura no tan rústica, crisis bancarias, secas como la de 1869, falta de alambrados etc. Al final, algunos quedaron por el camino… otros siguieron adelante.

Vascos pasionales.

Seguramente, de una manera similar a esta comenzó Don Rafael Echeverría, en el Establecimiento “La Lucha”. Cuenta su nieto Ruben Echeverría Núñez, que en 1920 Don Rafael ya tenía algo de ovejas. Una fotografía que data más o menos del año 1935 lo muestra con su hijo, de alrededor de 3 años (el padre de Ruben), en los bretes junto a una majada donde se puede notar ya estaba cruzando Romney con Merino de Rambouillet. En 1939 obtuvieron por primera vez el tatuaje, de manos de Elhordoy (el tatuador de la época), sobre 29 borregas, las primeras que le hicieron MO (mejoramiento ovino). Y así comenzaron el Corriedale, por cruzamiento. Como muchas de estas historias, pero aún más fuerte en este caso por tratarse de “Vascos”, fue heredado el gusto por el ovino de generación en generación. Como lo recuerda Ruben.

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Ruben Echeverría, padre, recibiendo uno de los tantos premios de La Lucha en Expo Prado.[/caption]

Fiesta Virtual.

Los Echeverría no son los únicos que se quedaron con las ovejas.

Pensaba en la Fiesta del Cordero Pesado que concurrí. Releyendo mi artículo en Rurales El País me encontré frases como: “Los gurises competían por ver quién trabajaba mejor”. Además del concurso de destrezas de jóvenes rurales, también había un concurso llamado “Cordero Guacho”. Allí, niños de entre 3 y 6 años mostraban el vínculo que habían generado con sus corderos guachos…”. Me fui pensando qué me pasó. “Jugar a trabajar era común, y hoy me asombra”.

Por eso resumía que “fui a una fiesta de valores…”.

¡Qué importante! Los valores, la pasión por el ovino, el trabajo en equipo. Qué cantidad de cosas nos aportan estos eventos hoy suspendidos en forma normal.

Pese a todo, el fin de semana pasado sus organizadores y participantes, volvieron a apostar y realizaron la Fiesta. Claro, con cambios, de “manera virtual”. Fue trasmitido por canal cable y por redes sociales. La grabación insumió alrededor de 45 días.

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Foto: organización Fiesta del Cordero Pesado.

 

Algunas de las actividades como el concurso de asadores fue grabado por los propios participantes y enviado a la organización, así como el concurso del Cordero Guacho, donde los padres grababan a sus hijos con sus corderitos. De a poco se fue armando el evento hasta que llegó el día de la emisión del programa y en vivo se realizaron entrevistas, se demostraron dos de los tipos de esquila y participaron algunos artistas. Algunas cosas no se pudieron realizar, como el concurso de destrezas para jóvenes rurales y los premios fueron entregados individualmente cuando los ganadores pudieron ir. Inevitablemente como cuenta uno de sus organizadores, Francisco (Pancho) Itzaina: “se perdió el encuentro, la posibilidad del ingreso económico de los feriantes, la reunión de amigos, pero la capacidad de rehacerse frente a un desafío complicado, es lo más importante y fue lo que nos quedó”.

Su anuncio promocional decía: “Una edición como nunca, con la misma esencia de siempre”. Una frase que dice mucho. Que habla de valores, trabajo, familia, pasión. Cosas que genera la producción ovina.

Por algo será que dicen “¡Que bichito noble la oveja!”.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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