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Ricardo Ferrés: “La confianza es la base del sistema arrocero uruguayo”

Decir Saman y decir Ferrés es hablar de la historia misma del arroz en Uruguay. Sus inicios en el cultivo, el recuerdo de su padre, su trabajo y su secuestro, el avance de la cadena agroindustrial y la resiliencia del agricultor, te lo cuenta Ricardo Ferrés en la entrevista.

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¿Cómo fueron sus primeros vínculos con el arroz?

Yo aún no estaba recibido y papá me fue arrimando a Saman. Me fui acercando al laboratorio en Montevideo, mirando, aprendiendo… En 1967 empecé a trabajar con un sueldo, y eso me demoró los estudios ya que me recibí en enero de 1970 de ingeniero agrónomo. Me pedían saber qué arroz tenía cada productor. Milton Laurens y Laxalde querían saber qué variedad tenía cada uno y empecé a ordenar eso. En ese momento veía que el problema era que rezongaban porque salíamos a vender nuestro arroz y valía mucho menos que el grano largo americano. Los productores trabajaban sobre todo con la variedad Selección 388, variedad de grano medio. Había algo también de Japonés 32, variedad de CIPA que venía por “Pancho” Gigena, y era una variedad de grano corto. Ambas eran de ciclo largo, sobre todo el Japonés 32, y por eso la gente no la quería sembrar. También había otra variedad llamada Caloro, pero tenía un disparate de arroz rojo. Así fueron mis primeros contactos con el arroz, trabajando con productores, organizando chacras, hectáreas y variedades. Hoy veo en la agricultura, y en el arroz particularmente, una revolución tremenda. Pero ya la había cuando yo salí en 2007.

¿Qué recuerda de su padre? ¿Por qué eligió la industria arrocera?

Son recuerdos vagos de una época dura, sobre todo en los comienzos en el arroz. Molinos Arroceros Nacionales era Laurens, Laxalde y Pedro Ferrés y Cía. Tiempo después, cuando Pedro Ferrés y Cía da quiebra, papá empezó a trabajar y organizarse con los productores, que empezaron a contactarse mucho con él porque era un individuo con un enorme poder de síntesis, inteligente y simpático, pero con una idea de los números grabados en la cabeza. Le gustaba relacionarse con productores y fue generando confianza, al punto que ellos querían hablar con papá hasta de sus problemas íntimos y personales. Todo fue evolucionando hasta la forma de negociar un precio. Con Casarone y Coopar siempre hubo una buena relación. En el mercado interno competíamos, pero se mantenía un gran respeto. Para Saman el mercado interno significaba el 5%, importaba más el exterior.

¿Piensa que ese desempeño sentó un precedente para la integración de la cadena agroindustrial?

Evidentemente. Fue un trabajo que se hizo entre productores y colegas. Creo que papá hizo una tarea increíble, que solo él la podía hacer por sus características personales donde se ganaba la confianza. Eso le dio un liderazgo fundamental. Sin eso, no habría existido la relación de Saman con la Asociación de Cultivadores de Arroz. Además, tenían que estar juntos: el día de la definición del precio nos peleábamos, pero el resto del tiempo teníamos los mismos problemas. Íbamos juntos a hablar con el gobierno, eso no pasa en todos los sectores. El arroz es un cultivo que tiene un atractivo especial, no sé si es el riego, es distinto… Genera que la gente trabaje muy en conjunto, en equipo.

¿Cómo definiría al productor arrocero?

El arrocero no tiene nada que ver con otro tipo de agricultor. Maneja la tecnología con una fineza especial y por eso tengo un alto concepto del arrocero como agricultor. La evolución ha sido notoria, yo me acuerdo de productores que araban con caballos en Paso Centurión. Como solo algunos productores tenían secadores, cosechaban e iban mandando en tandas el arroz. Luego el sector se organizó y fue desarrollando, tenemos como ejemplo el proceso de granelización y la centralización del secado en los puntos de recibo. Esto se logró contratando técnicos en conjunto la ACA y los molinos. Los molinos hasta hicimos vagones: AFE tenía tirados unos chasis y los ingenieros de Saman pusieron tolvas e hicieron vagones graneleros. Aparte se hicieron trineos. Lo más grande fue ingeniar los secadores, los regionales… Comenzamos a ser libres de producir y mandar húmedo al secador. Ha habido un trabajo brutal en la caminería, en la electrificación… ¿Por qué la ruta 18 se llama Ricardo Ferrés? Poca gente sabe, pero hizo mucho por la zona. Había que conseguir dinero para el desarrollo y se conseguía. El espíritu de liderazgo de papá fue increíble.

¿Coincide en que el cultivo es desarrollador de las zonas más rezagadas del país?

Sí. Las zonas arroceras son las más pobres. Yo fui alumno de Rovira, y decía que el único lugar en que las vacas se morían descalcificadas era en Rincón de Ramírez, y mirá ahora el desarrollo que tiene. El productor arrocero es fino y está todo el día en la chacra liderando, yo al menos tengo ese concepto. Por cierto que la parte industrial, y nosotros como Saman, colaboramos mucho en esos procesos. El sector creció en conjunto. El sistema de precio convenio le dio cohesión a la cadena y por eso llegamos hasta el día de hoy. Hoy me preocupa el atraso cambiario, porque además personalmente considero que el arroz es el cultivo más sensible a él. Ya el costo del riego lo diferencia. Pero cuando suben los precios la gente se entusiasma y es normal. También tenemos la interrogante del costo de los fletes. ¿Quién se iba a imaginar esta guerra? Estamos viendo cosas que nunca pensamos. En la época que yo estaba en Saman teníamos un 10% de exportación en contenedores, y al día de hoy se ha hablado hasta de un 60%. En dólares se quintuplicaron los valores.

¿Qué piensa del sistema precio convenio? ¿La confianza es el principal diferencial?

La confianza es la base del sistema arrocero uruguayo. Si no hay confianza, las relaciones a la larga se van a romper y los productores optarán por otros sistemas fuera del precio convenio, como ya existen. El productor le entrega su arroz a la industria sin precio, otro aspecto que no pasa en ningún otro sector. Hay un trato entre ambas partes que busca que el proceso sea lo más eficiente posible.

Su padre hablaba de libertad, familia y trabajo como pilares. ¿Comparte que este tipo de valores aún se mantienen?

Yo creo que sí. Los valores se mantienen en las familias. El valor del trabajo sigue existiendo, el valor del esfuerzo, el hacer lo que a uno le gusta… La prolijidad, puntualidad y cumplimiento siguen estando presentes. Son puntales fundamentales no solo para el desarrollo de un sector en particular, pero en el caso del arroz se ve de forma clara. Los productores contactan con el que siembra, con el que cosecha y la relación es muy especial. De vuelta: si no hay valores de por medio, se termina el vínculo. Yo iba a recorrer las plantas de Saman y a la gran mayoría los conocía uno por uno. No sé si pasa en otras empresas, otros rubros, otros sectores, pero eso vale mucho. Hoy también tenemos que atender los temas sindicales que están abriendo una grieta grande. En el arroz creo que se está manejando bastante bien este aspecto.

Si yo le digo que las palabras Ferrés y Saman forman parte de la historia grande del sector arrocero uruguayo. ¿Qué me dice?

Y… es muy importante (sonríe). Papá dejó una marca mucho más allá de la empresa y del sector. Los gobiernos confiaban en él. La Cancillería siempre fue un ladero de nosotros, en gobiernos blancos como colorados. Después vino el Frente Amplio y las cosas fueron diferentes, aunque a su manera también hicieron lo suyo. La huella de papá está marcada hasta hoy, aunque pienso que el precio convenio va a evolucionar. No sé cómo, pero va a evolucionar.

A su padre lo secuestró el MLN Tupamaros. ¿Se lo esperaban? ¿Qué lugar ocupó la fe?

Se lo llevaron en 1971. La familia fue muy importante. El trabajo que hicieron las nietas de papá marca de forma clara algunos aspectos. Nuestra familia siempre fue muy religiosa, muy respetuosa y nos educaron en la fe cristiana. Para el secuestro hubo algún anticipo, pero nosotros nunca lo imaginamos y papá tampoco, si no no hubiera hecho lo que hizo. Salió de casa en su Fusca, en Punta Yeguas y pasando el puente de los Penachos había un auto parado y con el capó abierto. Frenó para ver qué precisaba, y el que estaba “revisando” el motor le dijo “lo preciso a usted”. Le pegaron un culatazo y lo noquearon. Fue un señor con el que consideré mejor no hablar nunca.

¿Tuvo acercamiento su familia con algún integrante o con el lugar?

Por pedido de nuestros nietos, conocimos el lugar donde estuvo preso. Nos atendieron bien, nos mostraron todo y nos dijeron que si la familia quería podía ir. Era un lugar tremendamente movido y se accedía por un baño que giraba sobre su eje, que fue revisado varias veces, pero nunca se dieron cuenta que bajaba 4 metros por una escalera. Estuvo encerrado casi 11 meses en una celda de 2 metros por 1.

Su padre murió en un accidente aéreo donde usted estuvo presente. ¿Qué recuerda de eso y de su asunción posterior como líder de Saman?

Papá siempre pensó en tener la empresa bien ordenada para venderla algún día. Casi salimos en 1988, pero la propuesta no progresó. Hubo varios productores que intervinieron y apoyaron mucho, y nosotros seguimos manejando la empresa. El día del accidente, yo salí muy mal. Papá se sacó el cinturón y salió caminando, lo recuerdo perfecto. Yo estuve como 60 días “fuera de combate”. Luego de su muerte, asumí como presidente con el apoyo de mis hermanos y los productores. Esa fue la forma de liderar una empresa en la que, si no me equivoco, teníamos un 33% de las acciones. De no haber sido así, no sería posible. En el arroz es fundamental ver la situación del mercado: a veces se llevan todo rápido, pero otras veces se ponen pesadas las ventas y es bravo. Siempre me ayudó mucho Pedro Otegui, que es amigo mío y habla en inglés. Siempre fue complicado cobrar los negocios, pero por ejemplo con Irán siempre hubo un relacionamiento muy bueno, ellos siempre valoraron el arroz uruguayo y hay algo que es sagrado: saben cocinarlo como nadie. Lo hacen bien, conocen su calidad. El uruguayo no tiene esa cultura, tal vez el brasilero le pone más atención. Pero los iraníes cocinan el arroz en las casas como una ceremonia.

Cambiando de tema, ¿ahí comenzó la diferenciación del arroz uruguayo?

Encontrar el arroz Bluebelle para Uruguay fue brutal. Usábamos como referencia el precio pagado a Tailandia, pero llegábamos a conseguir hasta 100 dólares más. En 2 o 3 años el 80% del arroz uruguayo era de esta variedad, y eso colaboró con el buen nombre de arroz que hasta hoy tenemos. En el mundo al arroz lo maneja poca gente, en general, pero los desafíos son cada vez más grandes…

¿Considera que el arroz es una forma de vida?

El arroz es diferente. Es un cultivo en el que existe la confianza de que si haces bien las cosas vas a tener una buena cosecha. Podrás tener precios malos o atraso cambiario, pero la productividad es muy buena. Se generó confianza y por eso el productor arrocero accede a créditos más fácil, desarrolla su familia y está radicado en su chacra.

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