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Luces y sombras en el sector arrocero uruguayo

Las últimas dos zafras tuvieron productividades altísimas, pero los costos, el mercado internacional y el tipo de cambio amenazan el negocio

Arroz, grano de arroz, cultivo de arroz
Hernán Zorrilla

Como se ha expresado en más de una oportunidad, el sector arrocero, luego de varios años complejos para su ecuación económica, experimentó en 2020 y 2021 una recuperación importante y necesaria.

La zafra 2020-2021 tuvo rendimientos históricamente altos, transformándose con casi 9 toneladas y media en promedio por hectárea en la campaña con mejores rendimientos de las que se tiene registro. A su vez, el precio provisorio se fijó en US$ 12,30, bastante por encima de lo que se venía obteniendo, cerrando el definitivo en 5 centavos más: unos US$ 12,35 por la bolsa de 50 kilos de arroz sano, seco y limpio. Si a esto sumamos que la pandemia favoreció la demanda internacional del arroz como objeto estrictamente relacionado a la seguridad alimentaria, que los costos eran sustancialmente más bajos que hoy (recordemos que el arroz es gran usuario de combustible, energía eléctrica, mano de obra y es 100% regado) y que el dólar estaba más fuerte, la bocanada de aire fue grande.

Pero la última campaña cosechada en los primeros meses de este 2022 mostró un deterioro en las condiciones de negocio. Primeramente es preciso recalcar que nuevamente los productores batieron récords: estuvieron arriba de las 9 toneladas, más precisamente 9.250 kilos por hectárea, siendo detrás de la campaña antes mencionada el segundo mejor rendimiento histórico. La gran noticia también en este caso, es que hay productores de punta que han logrado estabilizar las producciones de los últimos años en más de 10 toneladas por hectárea, como algo lograble. Al respecto, la ACA en conjunto con el FLAR y otros organismos está desarrollando un proyecto de transferencia de tecnología para lograr que los más rezagados se acerquen cada vez más a los punteros. Pero a la hora de negociar el precio provisorio la realidad internacional mostró una situación diferente. Sin acuerdo de partes, la industria decidió depositar unilateralmente al 30 de junio unos US$ 11,20 en la cuenta del productor, con un dólar de préstamo.

Luego de diversas conversaciones que sacaron a la luz la integración de la cadena, en octubre, en asamblea extraordinaria, se aprobó un precio provisorio negociado entre ambas partes de US$ 11,45, quitando el dólar de préstamo. Esto fue una buena noticia para el productor. Los mercados internacionales habían reaccionado favorablemente y, por ejemplo, se logró reabrir el principal mercado de la zafra anterior, que había sido Irak.

De todos modos, considerando la escalada de costos (hoy una hectárea de arroz vale US$ 2.200 aproximadamente), la caída de las condiciones de negocio y algunas represas sobre todo del este del país, como la de India Muerta, la de Corrales o la de Alvez con faltante de agua, la superficie descendió de algo más de 164.000 hectáreas a unas 159.700, según relevamiento de la Asociación de Cultivadores de Arroz.

“Esta campaña tuvimos una siembra en fecha, con buenas emergencias y en general tenemos todas las chacras con agua, lógicamente el clima ha sido determinante pero luego de 2020 el productor pudo reinvertir y aplicar toda la tecnología disponible”, dijo Freddy Lago, presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz. Además, valoró que el sector “está bien en términos productivos y de gestión, se ha profesionalizado mucho y esto le permite captar muchas de las oportunidades que se generan”.

El productor arrocero uruguayo es reconocido internamente y en el mundo entero por la aplicación de tecnología y la consecución de altísimos rendimientos, pudiendo de esta forma por ejemplo, vender variedades diferenciadas o asegurar la inocuidad del producto y su forma de producirlo.

Para lo económico, si bien la zafra 2021-2022 marcó un descenso en el ingreso bruto porque el provisorio fue menor al de la anterior campaña, “desde ACA entendemos que el definitivo va a terminar mejorando por la dinámica de las exportaciones, que de todos modos fueron más bajas en la valoración que los dos períodos anteriores y esto menguó el resultado final”, añadió Freddy Lago.

El otro problema que ataca el rubro es la inflación de costos asociada a esta caída de precios, siendo que “el arroz padece la inflación pero no ha causado inflación: no tuvo la suba de precios que sí se vio en la soja, el trigo o incluso la carne”, expresó Lago.

Frente al descenso de superficie, Lago expresó que si bien se debe en parte a una merma en las posibilidades de negocio, las represas que no completaron su caudal incidieron y los productores empezaron a priorizar las áreas de alto potencial de rendimiento al visualizar una situación más compleja. De todos modos, una caída así no debería impactar de forma importante en las externalidades del sector.

Para cerrar, el presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz mostró preocupación por el tipo de cambio: “más del 50% de los costos se pagan en pesos, y un dólar tan atrasado tiene efectos en la cadena en su conjunto”. A ello adjudica que por ejemplo este año se termine con un número que pisa el 30% de las exportaciones en arroz cáscara: es decir, sin agregar valor por lo poco competitivo que se es. “Por ejemplo, las tarifas de energía eléctrica subieron un 23% en dólares y es un efecto negativo para todo el agronegocio, pero entiendo que al que más le pega es al arroz porque es el que ha tenido más agregado de valor históricamente”.

Con un panorama de cierta mejora, el sector arrocero se impulsa en sus altas productividades para superar desafíos crecientes dentro del mismo, como sucede con el debilitamiento del tipo de cambio, unos costos que no han parado de crecer, la competencia por tierras con otros rubros y la falta de agua en algunas represas.

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