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La utilización de la soja como moneda en Argentina

Pese a cambios tras asumir Macri, productores no venden.

Soja. Cultivos.
BLOOMBERG NEWS - ARGENTINA SOYBEAN - F - Soybean plants are silhouetted against the sunset at a plantation near Ines Indart, 150 miles west of Buenos Aires, Argentina, April 8, 2007. Official analysts say the production of soybeans will rise 12.6 percent in the 2007 harvest and is estimated at 47 million tons. Photographer: Diego Giudice/Bloomberg News. ARGENTINA SOYBEAN - INES INDART - ARGENTINA - DIEGO GIUDICE - DG/AH SOJA
DIEGO GIUDICE - BLOOMBERG NEWS/BLOOMBERG NEWS

Soja. Cultivos.

La Nación - GDA | Si bien la producción agrícola argentina no es exclusivamente de soja, sí es el cultivo que mayor volumen representa y, también, el que el productor suele guardar, en buena medida, como moneda de cambio. Pero así como está claro que la soja no es una monea de curso legal, cabe preguntarse por qué se usa un producto terminado —es materia prima para la industria, pero para el productor es su producto final—como reserva de valor o como moneda para afrontar determinadas obligaciones.

Una fuerte razón por la que no se vende parte de la producción es porque a lo largo de la historia argentina hemos pasado varias veces por procesos inflacionarios, donde la mejor opción era guardar bienes, en su momento trigo o maíz, y hoy, fundamentalmente soja.

Claro que algunas condiciones se han modificado. En la época de la híper inflación de Raúl Alfonsín el chacarero no tenía internet, ni era tan fácil acceder a herramientas financieras que los protegiesen de la pérdida constante del valor de la moneda como sí las tenemos hoy o era mucho más complejo en el interior comprar dólares de lo que lo era en la city porteña. Hoy eso ya no sucede, pero de todas formas, muchos optan por no vender y esperar.

En la coyuntura reciente, las trabas impuestas al comercio de maíz y de trigo hasta fines de 2015 generaban una distorsión en sus cotizaciones. La soja, pese a la fuerte carga impositiva no tenía restricciones comerciales y ello permitía que a diario las pizarras locales reflejaran lo que sucedía en el mercado internacional y que todos los días hubiese compradores interesados. Pero no se podían comprar dólares libremente para resguardar el fruto de las ventas y, entonces, a la soja se la preservaba como una reserva de dólares. Eso hoy también cambió, pero igualmente muchos optan por no vender y esperar.

¿Esperar qué? Independientemente de la opinión cargada de subjetividad que cualquier participe del mercado tenga o de la que yo pueda aportar, buena parte de las decisiones de venta se basan sólo en cubrir necesidades financieras de corto o, a lo sumo, de mediano plazo.

Claramente, lo que le falta a buena parte del sector es tener objetivos de precio y de renta. Si bien se elaboran planillas de excel que “cierran” con X cantidad de quintales por hectárea de rinde y con X cantidad de dólares por tonelada, sus propios creadores suelen ser renuentes a vender grandes porcentajes de grano previo a la cosecha por temor a un fracaso productivo. Inexplicablemente, una vez superada la etapa de cosecha y con el volumen productivo definido, aunque el precio iguale o supere el valor utilizado en ese excel que cerraba, tampoco venden.

Con esta idea en mente hice un pequeño experimento. En agosto pasado, en una reunión con productores a quienes conozco de años y que esperaban mi llegada para preguntarme qué pensaba de la soja decidí intentar un cambio de roles y que ellos me explicaran por qué no vendían su producción. En ese entonces, la oleaginosa rondaba los 4.200 pesos argentinos (unos US$ 285 por tonelada) y además se podían concretar operaciones futuras en niveles de US$ 295 a US$ 300. En la zona en cuestión, los rindes y la calidad habían sido excelentes y los cálculos iniciales se habían hecho con US$ 225/US$ 230. Los porcentajes de venta al momento iban del 8 al 60%.

No supieron qué contestar. No sabían qué esperaban y ni siquiera asumían que esa inacción implicaba una posición alcista. Mucho menos asumían que no vender equivalía a apostar a un pleno la excelente renta de un muy buen año para el negocio agrícola, que en los últimos años distó mucho de ser brillante.

Molienda. La molienda de soja en Argentina, el principal proveedor global de harina y aceite derivados de la oleaginosa, se incrementó un 6% interanual en los primeros 10 meses del año a 37,4 millones de toneladas, informó el gobierno. Por otro lado, la molienda de girasol aumentó un 7,3% a 2,5 millones de toneladas.

“En total, se procesaron 39,9 millones de toneladas de granos, con los cuales las industrias del sector alimentario elaboraron aceites y harinas por un valor aproximado a los US$ 15.650 millones”, dijo el Gobierno en un comunicado. El presidente Mauricio Macri ordenó al asumir el poder una rebaja de impuestos a la exportación de granos y derivados para impulsar el sector agrícola del país.

Uruguay: lluvias ayudan y soja llega a máximo. Las lluvias registradas el sábado alivian la situación de la producción agrícola, porque aquellos productores que ya implantaron sus cultivos de verano estaban viendo con preocupación la falta de las mismas, señaló ayer el portal Tardáguila Agromercados.

“Unos 80 milímetros vienen bien y no afectan a aquellos que todavía siguen cosechando” habían comentado en la semana algunos productores.

Según los datos del Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet) la máxima nacional se ubicó en 130 milímetros y se registró en la localidad de Baigorria, departamento de Durazno. El segundo registro de importancia se dio en Artigas, con 111 milímetro en la localidad de Baltasar Brum. La máxima en el litoral (la zona más agrícola) se registró en Mercedes, con un registro de 92,5 milímetros.

En tanto, y en consonancia con lo que sucede a nivel internacional, la soja en el puerto de Nueva Palmira llegó ayer a los US$ 380 por tonelada, el máximo en cuatro meses.

Guillermo Crampet

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